Nicola Sacco (Vida y obra)

Nicola Sacco

Nicola Sacco

Nicola Sacco nacio el 22 de abril de 1891 y fue ejecutado  23 de agosto de 1927, inmigrante italiano residente en Estados Unidos, fue un activista político de corte anarquista., que fueron juzgados, sentenciados y ejecutado por electrocución el 23 de agosto de 1927 en Massachusetts por el presunto robo a mano armada y asesinato de dos personas en 1920 en South Braintree, Massachusetts.

Fue ejecutado el 23 de agosto de 1927 junto a Bartolomeo Vanzetti al ser declarados culpables del asalto y homicidio del pagador de una fábrica, Frederick Parmenter y su escolta, Alessandro Berardelli, en el pueblo de South Braintree, Estados Unidos, el 15 de abril de 1920.

En 1977, una investigación ordenada por el entonces gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, estableció que Sacco y Vanzetti no recibieron un juicio justo. Dukakis proclamó el 23 de agosto de 1977 como el Día en Memoria de Sacco y Vanzetti (Sacco and Vanzetti Memorial Day), con el propósito de remover todo estigma de sus nombres. No recibieron un perdón póstumo, pues hubiese significado adjudicarles culpabilidad.[1] [2]

Testamento de Nicola Sacco a su hijo Dante.

Palabras de amor. La última carta de Nicola Sacco contra algunas mentiras.

Palabras de amor. La última carta de Nicola Sacco a su hijo Dante.
(Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti durante la parodia de juicio.)

(Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti durante la parodia de juicio.)

Karol Woijtyla, llamado luego Juan Pablo II, postuló en alguno de sus documentos una “civilización del amor”. Bella consigna por cierto, que a uno le suena a trovador provenzal – alguno de aquellos cantores de un país que fue asolado por una Cruzada ordenada por un Papa antecesor del propio Woijtyla, genocidio y culturicidio del cual nadie en la Iglesia Católica se ha arrepentido hasta hoy.

Este cura Woijtyla mentía, en un intento de hallar una coartada para encubrir la complicidad de la dominación de la Iglesia con las demás dominaciones. La verdadera y férrea consigna es “Ama a tu patrón más que a ti mismo, pero no ames al compañero que viene a proponerte rebeldía”.

La bella consigna de «la civilización del amor», poco tiene que ver con la ideología y la práctica del propio Woijtyla y de su inmediato sucesor, el ex integrante de las Juventudes Hitlerianas, a las que nunca renunció, Joseph Ratzinger, llamado Benedicto XVI. (¿Alguien vio la carta de renuncia? ¿Alguien ha escuchado que este blanquísimo cura haya dicho que le erró y haya pedido disculpas? Sólo nos quedan las fotos de él levantando la mano derecha. ¿Era para pedir una hostia?)

Una muy buena idea, esa de la civilización del amor. Como para preguntarse: ¿quiénes constituyen y forman la verdadera civilización del amor, civilización a la vez utópica y venidera? ¿En qué actos, en qué palabras la fundan?

Mi parecer es que sólo aquella/aquel que juega su cuerpo, su nombre y su recuerdo a la revolución, es capaz de pronunciar verdaderas palabras de amor. No son pues palabras de amor las de Ratzinger, ni las de quienes lo adoptan como guía. “Un ciego sólo puede guiar a los otros ciegos al abismo.” No son palabras de amor las que se pronuncian en las telenovelas, ni las de estos falsos profetas. Todas ellas están tasadas, a tantos pesos por vocablo exitoso, por punto de rating, o por colecta conseguida.

El 23 de agosto de 1927, el obrero inmigrante italiano Nicola Sacco y su compañero Bartolomeo Vanzetti fueron electrocutados en la prisión estatal de Charlestown, en el Estado muy blanco anglosajón, garantista, progre y demás, de Massachussets. Se los había acusado de haber asesinado a un pagador y a un sereno para robar la caja de sueldos de una empresa en ese mismo Estado.

Ya por entonces habían aparecido muchos indicios de que los dos condenados no eran autores de esos asesinatos. Se comprobó que jamás habían matado a nadie. Pero se los juzgaba y condenaba, en realidad, por ser activistas de un movimiento de trabajadores contestatario, y por haber luchado contra las patronales explotadoras.

Para ver de qué lado están las letras del amor, y si es del mismo lado que las letras de la verdadera justicia, los invito a leer algunos textos contrapuestos: un considerando de la sentencia que dictó el inicuo juez Thayer en 1926 contra la vida de estos hombres (una frase en la que el juez establece dónde está la moral, y cómo, para él y su clase, lo revolucionario es inmoral); el mensaje de este mismo juez a uno de sus amigos; la única frase que nos queda de Celestino Madeiros, ejecutado por crímenes comunes junto a Sacco y Vanzetti; las palabras de Bartolomeo Vanzetti en los instantes anteriores a su ejecución en la silla eléctrica; y el texto de la última carta de Nicola Sacco, dirigida a su hijo Dante.

Un considerando de la sentencia dictada por el juez Thayer

“Aunque el reo pueda no haber cometido el crimen que se le imputa, es culpable sin duda desde un punto de vista moral, porque es enemigo de las instituciones vigentes.”


El mismo juez Thayer le comenta su sentencia a un amigo

“¿Viste lo que les hice a esos cabrones anarquistas el otro día?”


Habla el “delincuente común” Celestino Madeiros

Esto dice, luego de auto inculparse por los asesinatos falsamente atribuidos a Sacco y Vanzetti

“¿No ven que estos no pueden haber matado a nadie? Vi venir a la mujer de Sacco con los chicos, y me dio pena por los chicos.”


Ultimas palabras de Bartolomeo Vanzetti, al pie de la silla eléctrica.

“Quiero deciros que soy un hombre inocente. Nunca he cometido un delito, aunque sí a veces algún pecado. Soy inocente de todo delito. No sólo de este, sino de todos. Soy un hombre inocente. Quiero perdonar a algunas personas por lo que ahora me están haciendo.” (Bartolomeo Vanzetti tenía 49 años de edad).

Carta de Nicola Sacco a su hijo Dante (1927)

Nota introductoria :

Nicola Sacco (1.891-1.927). Sacco nació en Italia y emigró a los Estados Unidos en 1.908. Fue detenido junto con Bartolomeo Vanzetti, y se les acusó de haber asesinado a un pagador y sereno de una fábrica de zapatos de South Braintree, en Massachusetts. Fueron juzgados y condenados en una atmósfera de histeria antiradical. El juicio terminó el 14 de julio de 1.921 y el 23 de agosto de 1.927 fueron electrocutados. Durante los años que pasaron en prisión, la duda sobre su culpabilidad se hizo general, registrándose protestas en todo el mundo. […] El caso de Sacco y Vanzetti dio lugar a una polémica que alcanzó proporciones internacionales. Se extendió la creencia en su inocencia por considerarlos víctimas del odio contra el anarquismo. No se ha revisado en ninguno de los dos casos el veredicto pronunciado en el Estado de Massachusetts, aunque se han ejercido múltiples presiones en favor de dicha revisión.

 18 de agosto de 1927, Prisión del Estado de Charlestown

Mi querido hijo y compañero:

Desde el día en que te vi por última vez he tenido siempre la idea de escribirte esta carta, pero la huelga de hambre y el pensamiento de que tal vez no lograra explicarme bien me han hecho retrasarla todo este tiempo.

El otro día terminé la huelga de hambre e inmediatamente pensé en escribirte, pero me di cuenta de que no tenía fuerzas suficientes para hacerlo y que no podría terminar la carta de una vez. Sin embargo, quiero hacerlo de cualquier forma antes de que entremos otra vez en la celda de los condenados, pues estoy convencido de que nos van a llevar allí tan pronto como el tribunal se niegue a revisar la causa. Y si no ocurre nada entre el viernes y el lunes, nos electrocutarán el 22 de agosto, inmediatamente después de la media noche. Por lo tanto, aquí estoy contigo lleno de cariño y con el corazón abierto, como he estado siempre en el pasado.

Nunca creí que pudieran separarnos, pero al pensar en estos siete tristes años, parece que ha llegado por fin el momento, aunque no han cambiado ni la inquietud ni el afecto emocionado. Es el mismo que antes, e incluso mayor. Creo que nuestro afecto recíproco es hoy más profundo que en cualquier otro momento, pues no sólo es muy grande, sino que se puede comprobar el amor fraterno no solamente en la alegría, sino también en la lucha y en el sufrimiento. Recuerda esto, Dante. Hemos demostrado esto y, modestia aparte, estamos orgullosos de ello.

Henos sufrido mucho en este lago calvario. Protestamos hoy como hemos protestado ayer, y protestaremos siempre pidiendo libertad.

Si el otro día interrumpí la huelga de hambre fue porque ya no había en mí signos de vida. Porque, ayer, como hoy, protesto con mi huelga de hambre por la vida y no por la muerte.

Me he sacrificado porque quería volver a abrazar a tu querida hermana pequeña, Inés, y a tu madre, y a todos los amigos y a los camaradas de la vida y no de la muerte. Así, pues, hijo mío, la vida empieza ahora a revivir lentamente, pero sin horizonte y siempre con tristeza y con visiones de muerte.

Muchacho querido, después de que tu madre me había hablado tanto de ti y había sonado contigo noche y día, qué alegría tuve el otro día cuando te vi por fin. Haber podido hablar contigo como lo hacíamos aquellos días. Aunque hablé mucho contigo en esa visita, hubiera querido decirte mucho más, pero vi que seguirás siendo el mismo hijo cariñoso, fiel con tu madre que tanto te quiere, y no quise herir tu sensibilidad porque estoy seguro de que seguirás siendo el mismo y recordarás lo que te dije. Sabía eso y lo que voy a decirte ahora te va a conmover, pero no llores, Dante, porque se han derramado muchas lágrimas en vano, y tu madre ha llorado durante siete años sin que sirviera para nada. Así que, hijo mío, en lugar de llorar, sé fuerte para poder consolar a tu madre, y cuando quieras distraerla de su desaliento, te diré lo que yo solía hacer. La llevaba a dar un largo paseo por el campo, a coger flores silvestres de aquí y de allá, y a descansar a la sombra de los árboles, en medio de la armonía de los riachuelos alegres y la suave tranquilidad de la madre naturaleza, y estoy seguro de que a ella le gustará mucho que lo hagas, y tú te sentirás feliz con ello. Pero recuerda siempre, Dante, que en el juego de la felicidad no tienes que usarla para ti solo, sino mirar un paso detrás de ti, ayudar a los débiles que piden ayuda, ayudar a los perseguidos, a las víctimas, que son tus mejores amigos; son los camaradas que luchan y caen, como cayeron ayer tu padre y Bartolo por la conquista de la alegría, de la libertad para todos y para los trabajadores pobres. En esta lucha por la vida encontrarás más amor y serás amado.

Lo que tu madre me ha contado que decías durante esos días terribles en que estaba en la celda de los condenados, en ese lugar inicuo, me ha dado una gran alegría, porque me demostraba que serás el muchacho querido con el que siempre he soñado.

Por lo tanto, suceda lo qué suceda mañana, cosa que nadie sabe, si nos matan no debes olvidar mirar a tus amigos y camaradas con la misma sonrisa de gratitud con que miras a los seres queridos, pues ellos te quieren del mismo modo que quieren a todo camarada perseguido que ha caído. Y esto te lo dice tu padre, que te ha dado la vida, tu padre que te ha querido y los ha visto y que conoce la nobleza de su fe ( que es la mía) y el gran sacrificio que siguen haciendo por nuestra libertad, pues he luchado con ellos y son los que tienen aún nuestra última esperanza y hoy pueden todavía salvarnos de la silla eléctrica; es la última lucha entre los ricos y los pobres por la seguridad y la libertad. Hijo, quiero que comprendas en el futuro esta inquietud y esta lucha a vida o muerte.

Pensé mucho en ti cuando estaba en la celda de los condenados (oía los cantares en las tiernas voces de los niños en el patio de juego, donde estaba toda la vida y la alegría de la libertad), a un paso de los muros que encierran la angustia escondida de tres almas enterradas. Me recordaban a menudo a ti y a tu hermana Inés, y deseaba poder veros en cada momento. Pero me alegro de que no vinieras mientras estaba en la celda para que no vieras el horrible cuadro de tres personas angustiadas, esperando ser electrocutadas, pues no sé el efecto que eso hubiera tenido a tu corta edad. Pero, en otro sentido, hubiera sido útil, pues en el futuro te habría servido ese terrible recuerdo para arrojarle al mundo la vergüenza del país en esta cruel persecución y muerte injusta. Sí, Dante, pueden crucificar hoy nuestros cuerpos, como lo están haciendo, pero no pueden destruir nuestras ideas, que servirán para los jóvenes que vengan después.

Dante, cuando antes he dicho tres seres humanos enterrados, quise decir que con nosotros hay otro joven que se llama Celestino Maderios, al que van a electrocutar al mismo tiempo que a nosotros. Ha estado ya dos veces antes en esa horrible celda de los condenados, que deberían destruir las piquetas del verdadero progreso, esa horrible celda que será para siempre la vergüenza de los ciudadanos de Massachusetts. Deberían destruir el edificio y levantar una fábrica o una escuela para enseñar a muchos de los cientos de huérfanos pobres del mundo.

Dante, te pido una vez más que quieras a tu madre y estés cerca de ella y de los seres queridos en estos días, y estoy seguro de que con la ayuda de tu valor y de tu bondad sentirán menos la pena. Y tampoco olvidarás, hijito mío, quererme a mi también un poco, puesto que pienso tanto y tan a menudo en ti.

Saludos fraternales a todos los seres queridos; muchos besos a tu pequeña Inés y a tu madre. Para ti, un abrazo de todo corazón.

Tu padre y compañero

(Al escribir esta carta, Nicola Sacco tenía 36 años de edad).

Nota (1): a pesar de múltiples pedidos, reclamos y presentaciones probatorias, el Estado de Massachussets tardó 50 años, hasta 1977, para revisar los veredictos contra Sacco y Vanzetti. Quizás los que deciden estas cosas siguieran creyendo que se había hecho lo correcto. El gobernador George Dukakis (aquel demócrata que según Al Gore era“demasiado partidario de las libertades”; aquel mismo que perdió la presidencial de 1988 frente a Bush padre) exculpó a Nicola y Bartolomeo precisamente el 23 de agosto de 1977. Nótese que el autor de la medida fue el Gobernador, y no algún tribunal de aquel Estado.

Crímenes de Estado y de sistema, como este, ayudan a entender por qué palabras como activista, anarquista, comunista, socialista, son tabú en los Estados Unidos, y suscitan tanto rechazo como aprensión. Es que el látigo instruye.

Pero se comienza a vencer al látigo a partir del momento en que nos autorizamos todas las palabras. Más aún si son palabras de amor. Es decir, palabras de revolución.

Nota (2): Hermoso modo de dirigirse a un hijo o a un padre, ese de llamarlo también «compañero». Hermosa palabra esa, que no debiéramos dejar que nos expropien para usarla mal: compañero, el que comparte con nosotros el pan. No utiliza ese vocablo ninguno de los Papas que se han mencionado aquí. Es otra pista para detectar dónde se construye de veras la Civilización del Amor.

 

Testamento de Nicola Sacco a su hijo Dante.

Bajo cualquier forma luchar por la libertad, la honestidad, la justicia y otros ideales y principios es mucho más digno, que agachar la cabeza y optar por la comodidad de la intrascendencia.

A quienes luchan por sus ideales y principios, en ocasiones les llaman locos o les dicen que sólo ellos aguantarían, mientras los demás declinan. Pero gracias a ellos se lograron muchos cambios en el mundo, donde sin su esfuerzo, lágrimas y sangre, habría mucha más injusticia. Este vídeo recuerda a dos líderes obreros en los Estados Unidos, condenados a muerte en el siglo XX, por ser eso, líderes de trabajadores que defendían los derechos de éstos ante la injusticia del sistema económico norteamericano y sus protectores en el gobierno. Les hicieron cargos por homicidios que jamás hicieron ellos y los asesinaron en la silla eléctrica. Sus nombres: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Siempre alegaron su inocencia y los defendieron trabajadores de todo el mundo. En su caso había racismo, pues eran de origen italiano, injusticia, abuso, prejuicio porque eran anarquistas. Tras su muerte, varias décadas después, el gobierno estadounidense aceptó que fueron ejecutados siendo inocentes en un caso armado para eliminarlos por ser luchadores sociales… Un ejemplo y una historia, que quienes amamos la justicia y la libertad, no debemos olvidar. Los ideales si importan. El testamento de Nicola Sacco a su hijo, base de la primera canción de este vídeo, es impactante por su nobleza. No dejen de buscarlo y leerlo.