Michael Schwab (Vida y obra)

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               Michael Schwab

Michael Schwab (1853-1898). Nació el 9 de agosto de 1853 en Mannheim, Karlsruhe, Baden-Wurtemberg, (Alemania) (Confederación Germánica) y murió el 28 de junio de 1898 en Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) a los 44 años por una Insuficiencia cardíaca, esta enterrado en Monumento a los mártires de Haymarket .

Se hizo activista aún antes de haber ingresado a los Estados Unidos, escribiendo artículos para algunos periódicos alemanes radicales. Se unió al «German Social Democratic Party» en 1872. En los Estados Unidos. participó en los movimientos por los derechos de los trabajadores, uniéndose primero al «Socialist Labor Party» y luego a la «International Working Persons Association». Fue redactor y co-editor del «Arbeiter-Zeitung» de Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos), un periódico anarquista de inmigrantes alemanes. Tuvo una participación importante en el movimiento en favor de la jornada laboral de 8 horas.

Schwab fue arrestado con otros seis manifestantes de Haymarket, mientras que Albert Parsons se presentó voluntariamente. En el juicio fue acusado y sentenciado a muerte junto con sus compañeros, mientras que Oscar Neebe fue sentenciado a 15 años de prisión. Schwab escribió a el gobernador de Illinois, (Estados Unidos) Richard James Oglesby pidiendole clemencia y el 10 de noviembre de 1887, Oglesby conmutó su sentencia junto con la de Samuel Fielden, por prisión perpetua. Estuvo convicto por 6 años en la penitenciaría de Joliet, Will Kendal, Illinois, (Estados Unidos) antes de ser perdonado con los otros dos imputados por el gobernador de Illinois, (Estados Unidos), John Peter Altgeld el 26 de junio de 1893. Después de su liberación, continuó escribiendo para el «Arbeiter-Zeitung» y abrió una zapatería en la que también vendían libros sobre reivindicaciones obreras, pero su salud estaba muy deteriorada por sus años de prisión y el negocio fracasó.

Schwab murió de una enfermedad respiratoria contraída en la prisión de Joliet, Will Kendal, Illinois, (Estados Unidos), el 29 de junio de 1898. Está enterrado en el cementerio alemán Waldheim junto con los otros siete mártires de Chicago.

El incidente de Haymarket o revuelta de Haymarket fue un hecho histórico que tuvo lugar en Haymarket Square, Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) el 4 de mayo de 1886 y que fue el punto álgido de una serie de protestas que desde el 1 de mayo se habían producido en respaldo a los obreros en huelga, para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Durante una manifestación pacífica una persona desconocida lanzó una bomba a la policía que intentaba disolver el acto de forma violenta. Esto desembocó en un juicio, años después calificado de ilegítimo y deliberadamente malintencionado, hacia ocho trabajadores anarquistas y anarcocomunistas, donde cinco de ellos fueron condenados a muerte (uno de ellos se suicidó antes de ser ejecutado) y tres fueron recluidos. Fueron denominados Mártires de Chicago por el movimiento obrero.

Posteriormente este hecho dio lugar a la conmemoración del 1 de mayo, originalmente por parte del movimiento obrero, y actualmente está considerado el Día internacional de los trabajadores en la gran mayoría de los países democráticos a excepción del Principado de Andorra y los países de colonización británica, tales como Estados Unidos y el Reino Unido, los cuales celebran el Labor Day.

Placa conmemorativa del gobierno de Chicago dedicada a los trabajadores involucrados en el incidente de Haymarket, los mártires de Chicago. En rotulador, «Primero tomaron vuestras vidas, ahora explotan vuestra memoria».

Los hechos que dieron lugar a esta revuelta están contextualizados en los albores de la revolución industrial en los Estados Unidos. A fines del siglo XIX Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) era la segunda ciudad de Estados Unidos. Del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que albergarían a cientos de miles de trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de todo el mundo a lo largo del siglo XIX de Nueva York, (Estados Unidos) la jornada de ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de dieciocho horas, «salvo caso de necesidad». Si no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de dieciocho horas diarias debía pagar una multa de veinticinco dólares.

Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la jornada de ocho horas. El hacer valer la máxima «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». En este contexto se produjeron varios movimientos. En 1829 se formó un movimiento para solicitar a la legislatura.

El movimiento sindical en Canadá inició una campaña similar a partir de 18721 a favor del día laboral limitado y de los derechos sindicales, que se consiguieron en la década de los 1870 en ese país.

La mayoría de los obreros estaban afiliados a la «Noble Orden de los Caballeros del Trabajo», con una importante influencia anarquista, pero tenía más preponderancia la «American Federation of Labor» (AFL) (Federación Americana del Trabajo). En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas. En caso de no obtener respuesta a este reclamo, se iría a una huelga. Recomendaba a todas las uniones sindicales que trataran de hacer promulgar leyes con ese contenido en todas sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de todas las organizaciones, que veían que la jornada de ocho horas posibilitaría una mayor cantidad de puestos de trabajo (menos desocupación). Esos dos años acentuaron el sentimiento de solidaridad y acrecentó la combatibilidad de los trabajadores en general.

En 1886, el presidente de Estados Unidos Andrew Johnson promulgó la llamada «ley Ingersoll», estableciendo las ocho horas de trabajo diarias. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes que permitían trabajar jornadas máximas de ocho y diez horas (aunque siempre con cláusulas que permitían hacer trabajar a los obreros entre catorce y dieciocho horas). Las condiciones de trabajo eran similares, y las condiciones en que se vivía seguían siendo insoportables.

Como la «ley Ingersoll» no se cumplió, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron. La prensa calificaba el movimiento en demanda de las ocho horas de trabajo como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas», manifestando que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».[cita requerida]

En 1886, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada «ley Ingersoll», por la cual se establecía la jornada de ocho horas (esto, ante las 10, 12 y 14 horas). De estas jornadas tampoco estaban excluidos los miles de niños, ni las mujeres a quienes se les pagaban salarios inferiores.

«La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo» (la principal organización de trabajadores en Estados Unidos.) remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba: «Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo, ya que no hemos dado ninguna instrucción al respecto». Este comunicado fue rechazado de plano por todos los trabajadores de Estados Unidos y Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la «Noble Orden» por traidores al movimiento obrero.

En la prensa del día anterior a la huelga, el 29 de abril de 1886, se podía leer:

«Además de las ocho horas, los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarquistas».

El New York Times decía:

Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo.

El Philadelphia Telegram escribía:

El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal y se ha vuelto loco de remate: piensa precisamente en estos momentos iniciar una huelga por el logro del sistema de ocho horas.

El Indianapolis Journal afirmaba:

Los desfiles callejeros, las banderas rojas, las fogosas arengas de truhanes y demagogos que viven de los impuestos de hombres honestos pero engañados, las huelgas y amenazas de violencia, señalan la iniciación del movimiento.

El 1 de mayo de 1886, 200 000 trabajadores empezaron la huelga, mientras que otros 200 000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro.

En Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos), donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron en los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick, que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una iglesia. La producción se mantenía a base de rompehuelgas (esquiroles). El día 2 la polícia había disuelto violentamente una manifestación de más de 50 000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas. Cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los «scabs» (amarillos), comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente, causando seis muertos y varias decenas de heridos.

Adolph Fischer, redactor del periódico «Arbeiter Zeitung», corrió hacia la imprenta del periódico para imprimir 25 000 octavillas (hecho que luego se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que lo llevó a la horca). Las mismas proclamaban:

Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormick, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden…
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!

La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el 4 de mayo, a las cuatro de la tarde, en Haymarket Square. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para celebrar un acto a las 19.30.

Grabado que muestra la explosión en la Revuelta de Haymarket.

El 4 de mayo a las 21:30, el alcalde, quien había estado presente en el acto de Haymarket Square para garantizar la seguridad de los obreros, dio por terminado éste. Pero el mismo siguió con gran parte de la concurrencia (más de 20 000 personas). El inspector de la policía, John Bonfield, consideró que habiendo terminado el acto no debía permitir que los obreros siguieran en ese lugar, y junto a 180 policías uniformados avanzó hacia el parque y empezó a reprimirlos. De repente estalló entre los policías un artefacto explosivo que mató a un oficial de nombre Degan y produjo heridas en otros. La policía abrió fuego sobre la multitud, matando e hiriendo a un número desconocido de obreros. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se detuvo a centenares de obreros, los cuales fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía. Se realizaron cantidad de allanamientos y se descubrieron arsenales de armas, municiones, escondites secretos y hasta «un molde para fabricar torpedos navales».

La prensa en general se plegó a la represión y realizó una campaña apoyando y animando la misma con columnas como esta:

Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!

La prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema, responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero. Se continuó con la detención de cientos de trabajadores en calidad de sospechosos.

El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el número a ocho. Pese a que el juicio fue en todo momento una farsa y se celebró sin respetar norma procesal alguna, la prensa amarilla sostenía la culpabilidad de todos los acusados y la necesidad de «ahorcar a los extranjeros».[cita requerida] Aunque nada pudo probarse en su contra, los «ocho de Chicago» fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca.

En la actualidad se considera que su juicio estuvo motivado por razones políticas y no por razones jurídicas, es decir, se juzgó su orientación política libertaria y su condición de obreros rebeldes, mas no el incidente en sí mismo.

Las condenas

Afiche en simpatía a los anarquistas de Chicago, por Walter Crane .

Prisión

  • Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua).
  • Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a quince años de trabajos forzados).
  • Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua):

Hablaré poco, y seguramente no despegaría los labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que se acaba de desarrollar. Lo que aquí se ha procesado es la anarquía, y la anarquía es una doctrina hostil opuesta a la fuerza bruta, al sistema de producción criminal y a la distribución injusta de la riqueza. Ustedes y sólo ustedes son los agitadores y los conspiradores.

Hablaré poco, y seguramente no despegaría los labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que se acaba de desarrollar. Lo que aquí se ha procesado es la anarquía, y la anarquía es una doctrina hostil opuesta a la fuerza bruta, al sistema de producción criminal y a la distribución injusta de la riqueza. Ustedes y sólo ustedes son los agitadores y los conspiradores.

Michael Schwab

Pena capital

El 11 de noviembre de 1887 se consumó la ejecución de:

George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).

Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista):

Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno… pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida.

Adolf Fischer

Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente):

El principio fundamental de la anarquía es la abolición del salario y la sustitución del actual sistema industrial y autoritario por un sistema de libre cooperación universal, el único que puede resolver el conflicto que se prepara. La sociedad actual sólo vive por medio de la represión, y nosotros hemos aconsejado una revolución social de los trabajadores contra este sistema de fuerza. Si voy a ser ahorcado por mis ideas anarquistas, está bien: mátenme.

Albert Parsons

August Vincent Theodore Spies (alemán, 31 años, periodista):

August Spies

Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero), para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda:

No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!

Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. […] Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia.

August Vincent Theodore Spies

Louis Lingg

  • Albert Parsons Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) del periódico «La Nación» de Buenos Aires, (Argentina):

… salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…

José Martí

A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de ocho horas a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la «Federación de Gremios y Uniones» Organizadas expresó su júbilo con estas palabras:

«Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».

Monumentos

Michael Schwab

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Michael Schwab (1853-1898). Nació el 9 de agosto de 1853 en Mannheim, Karlsruhe,  Baden-Wurtemberg,  (Confederación Germánica) (Alemania) y murió el 29 de junio de 1898 en Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) de Insuficiencia cardíaca. 

Fue un estadounidense de origen alemán, dirigente obrero y uno de los acusados en el incidente de Haymarket.

Primeros años.

Schwab nació en Bad Kissingen, Baja Franconia, Baviera, (Alemania) de oficio encuadernador de libros. Emigró a los Estados Unidos en 1879 y vivió en Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos), Milwaukee, Wisconsin, (Estados Unidos) y en el oeste de los , Estados Unidos, antes de radicarse en 1881 de forma definitiva en Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos).

Activismo.

Schwab se hizo activista aún antes de haber ingresado a los Estados Unidos, escribiendo artículos para algunos periódicos alemanes radicales. Se unió al Partido Socialdemócrata alemán en 1872. En los Estados Unidos. participó en los movimientos por los derechos de los trabajadores, uniéndose primero al «Socialist Labor Party» y luego a la «International Working Persons Association». Fue redactor y coeditor del «Arbeiter-Zeitung» de Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos), un periódico anarquista de inmigrantes alemanes. Tuvo una participación importante en el movimiento en favor de la jornada laboral de 8 horas.

Haymarket.

En la noche del 4 de mayo de 1886, Schwab abandonó la oficina del «Arbeiter-Zeitung», y se dirigió al de mitin de Haymarket para encontrarse con su editor asociado, August Spies, al no encontrarlo habló con su cuñado, Rudolph Schnaubelt, que luego fue acusado de arrojar la bomba. Schwab arguyó que había estado en Haymarket por no más que 5 minutos. Luego fue a hablar en un mitin de obreros en Deering Reaper Works en la esquina de las calles Fullerton y Clybourn, en Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos). Aquí permaneció mientras era arrojada la bomba, y finalmente se fue directo a su domicilio.

Arresto, juicio, amnistía y últimos años.

Schwab fue arrestado con otros seis manifestantes de Haymarket, mientras que Albert Parsons se presentó voluntariamente. En el juicio fue acusado y sentenciado a muerte junto con sus compañeros, mientras que Oscar Neebe fue sentenciado a 15 años de prisión. Schwab escribió al gobernador de Illinois Richard James Oglesby por clemencia y el 10 de noviembre de 1887, Oglesby conmutó su sentencia junto con la de Samuel Fielden, por prisión perpetua. Estuvo convicto por 6 años en la penitenciaría de Joliet, Illinois, (Estados Unidos) antes de ser perdonado con los otros dos imputados por el gobernador de Illinois, (Estados Unidos), John Peter Altgeld el 26 de junio de 1893. Después de su liberación, continuó escribiendo para el «Arbeiter-Zeitung» y abrió una zapatería en la que también vendían libros sobre reivindicaciones obreras, pero su salud estaba muy deteriorada por sus años de prisión y el negocio fracasó.

Schwab murió de una enfermedad respiratoria contraída en la prisión de Joliet, Illinois, (Estados Unidos), el 29 de junio de 1898. Está enterrado en el cementerio alemán Waldheim de Cicago, Cook, Illinois, (Estados Unidos) junto con los otros siete mártires de Chicago.

Véase también.

Referencias.

Enlaces externos.